miércoles, 19 de marzo de 2008

SOLO DEL CIELO


A las 3 de la tarde en punto llegó mi amiga, ordené mi bolso, tenida deportiva, zapatillas y partimos. Caminamos 8 cuadras que se hicieron una mientras hablábamos del cielo y el infierno. Llegamos al Spa, directo al subterráneo, retiramos en recepción la indumentaria necesaria para sumergirnos en el mundo del relajo, los mimos, el aroma a hierbas, eucaliptos y voz baja.
Nos vestimos de Spa y entramos al sauna, el impacto fue inmediato. Al abrir esa puerta de cristal empañado me encuentro con una señora de 80 y algo, desnuda caminando como en el living de su casa, doy otro paso y la imagen se repite por 10, 10 mujeres de la edad de mi abuela como en una cofradía siniestra y desnuda, pieles desgastadas, blancas, ajadas y tristes. Me quedé pasmada unos segundos, mientras domaba a mis ojos y capacidad de asombro a la imagen de esas octogenarias deambulando frente a mí, sin vergüenza alguna y no es que me parezca grotesco, es solo que mi pudor, quizás exagerado, me convierte en un astronauta en el mar. Pasó un rato y me acostumbré al escenario. Entramos al sauna, el calor y el aroma a bosque me relajó, me relajó tanto que me quedé allí más del tiempo del indicado y el relajo llegó casi al punto del desmayo, mientras esperaba reponerme en un sofá, se me acerca una señora y me pregunta si soy pariente de los Rossi, al minuto entendí que sólo quería hablar, hablar de cualquier cosa, siguiendo el rito de de ese mundo subterráneo, literalmente subterráneo, no alcancé a contestar cuando escucho mi nombre, las campanas siempre me salvan, que buena costumbre acostumbrarme a esos grititos que murmuran ese “Soledad Burgos”.
El turno de la exfoliación, tirada sobre una camilla blanca, similar a una nube blandita, me esperaba una señora con cara de mamá, que me cubre con un guante áspero, que provoca cierta molestia, pero de esos dolores reparadores. La señora me habla, pregunta, indaga y trato con pocos monosílabos de decirle entre señales y muecas que se calle, pero ella insistía, así que me vi obligada a no responder, y luego de 3 preguntas sin señal la señora sencillamente se calló, se veía bella sin decir palabra.
De a poco renunciaba al pudor y comencé a dar pasos, para luego caminar como en el living de esas señoras. Finalmente oigo mi voz de nuevo, el turno del masaje, aparece una dama igual a la nana de Patolín, me hace pasar a la sala de masajes, cierra la puerta, me cubre con una pequeña sábana y comienza su trabajo, a los 3 minutos adoraba a esa mujer, quería abrazarla y darle las gracias por tanto cariño, pero no podía, no me salía la voz, sentía cada músculo de mi cuerpo en proceso de remodelación, pasa media hora y siento los ronquidos furiosos de mi amiga que estaba en la sala de al lado, salimos de allí, caminamos las 8 cuadras de vuelta a casa, pero esta vez hablamos solo del cielo.

7 comentarios:

Jesús Badenes dijo...

No era eso lo que yo tenía entendido, pero me gusta más esta versión... Besos!

Anónimo dijo...

Hay cosas que uno no entiende pero igual te arrancan sonrisas y cosquillas de donde puedan...

Mientras vos te encontrabas en el Spa, yo conversaba con una compañera de la oficina sobre su fin de semana. Entró corriendo a la oficina y lo primero que dijo con una sonrisa de niña fue:

"Cuando veas a Soledad tienes que llevarla al lugar a donde fui este fin de semana, es un Spa hermosisimo..."

Loco, ¿no?

Un beso

yo

Soledad Burgos dijo...

quién es yo?

Lanzarote dijo...

visité ayer unos restaurados baños árabes en la carrera del Darro en Granada, vamos igual que tu Spa
Saludos

Anónimo dijo...

yo soy yo!

Anónimo dijo...

Dios!! como duele leerte con la contractura de espalda que tengo. Entre las vecinas y las abuelas estás sentenciada a escuchar jeje
besos
K.

Soledad Burgos dijo...

K...una pista inocente para saber quién eres si????