martes, 3 de abril de 2007

Sus días de temor


Ella temía al silencio como a las agujas de las gordas enfermeras, como dar la paz en misa las pocas veces que pisó una iglesia, al aroma pegajoso del incienso que le recordara un lugar en el que no quiso estar, temía al olor ácido de un cuerpo recién amado. Como clavos punzantes removían su piel, esa tristeza monstruosa le llevaba como un trance inesperado a tu casa, a ese sofá verde que pretendía tragarle mientras observaba cada uno de tus pasos perfectos, cada rincón que te convertía en todo aquello necesario. Hoy no estás y no le teme a nada.

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