martes, 3 de abril de 2007

Un ratito por Bruselas


Bruselas, sin saber aun de qué hablamos, evoca esa sensación de estar perdido en Irlanda sin estarlo. La imaginación vuela entre melenas rojas, rock alternativo, lánguidos jeans, pálidos perfiles, hombres y mujeres llenos de historias, cuyo avanzar entre calles de adoquines están plasmados de “aroma a sobreviviente”. Sobrevivientes de guerras, sobrevivientes de ellos mismos, sobrevivientes de miradas como la del turista pretendiendo atraparlo todo.
Son, ese millón de habitantes, una alegoría a lo que en Chile se mal entendería como un país alternativo. La diferencia es que ellos lo son y lo son porque sus causas, sus excusas y sus miradas son una disyuntiva para indagar más allá. En definitiva ese susurro francés y neerlandés dando vueltas, hablan de guerras inconclusas que se vislumbran en las construcciones que tranzan insoslayablemente entre lo moderno y el legado pre guerra. No es extraño que habiten en departamentos que se reparten entre ladrillos desgastados, con balas incrustadas y modernas fachadas, todo ello en un solo espacio.
Esa suerte de matiz alternativo de los bruxellois (habitantes de Bruselas), se acrecienta con la irónica afición, mundialmente conocida, por la gran producción de historietas, lo que en definitiva nos habla del exquisito humor negro de quienes generan a partir del dolor aun patente, realidades paralelas. En el museo de historietas, ubicado en la misma ciudad, descansan, entre muchos, Pin Pin y su perro, cómo olvidarlo.
El aire frío y las calles angostas, nos trepan idiotizados a ese inevitable tren de nostalgia por aquella historia que sólo hemos ojeado en libros. Nos embarcamos en un viaje sin retorno, porque Bruselas, sin duda quedará en nuestros registros de bitácora.
París, aunque suene soberbio, puede ser un buen lugar de partida hacia la capital Belga. Luego de dos horas y media en auto, a una velocidad promedio de 130 Km., que parecen 20 cuando ves al thalys (tren rápido) pasar paralelo a tu ruta, a una celeridad que parece arrastrar tu pelo como si fuese un retaso de seda sin peso y es allí cuando notas que en definitiva, eres un retaso sin peso.
La información es poder, eso no está en discusión y siguiendo esa premisa conectas tu cabeza y tus dedos a http://www.mapy.fr/ , sólo basta eso y te aseguras pesquisar cuanto dato necesario hará del viaje una aventura segura, desde cuánto gastarás en bencina, en peajes (para lo que necesitas una tarjetita azul), hasta cuál es la mejor ruta a seguir dependiendo de dónde te encuentres, todo ello se obtiene pulsando Enter.
Camino a destino, se desfila por pequeñas paradas (aire), donde la excusa es un cigarro, una cerveza, un café, baño o sólo un pretexto para detenerse, lo que sin duda es parte de la mágica bienvenida .
Ya en Bruselas, las calles angostas y frías invitan a sentarse en pequeños puestos emplazados e una especie de mercado, en que las voces de los anfitriones se confunden entre el francés e ingles. Lo escogido será, sin duda, las mesas que están afuera, protegidas con toldos y al calor de estufas alimentadas por balones de gas, así se sortea un poco el frío y la cerveza se mezcla con la complicidad de las calles. El menú típico parece demasiado común para el entorno, pero en definitiva la sencillez del plato acompaña el escenario. Moules frites (papas fritas con mariscos), la especialidad de la casa.
No será sólo una cerveza. Cuando se está en casa ajena se toma todo lo que se sirve (así nos enseñaron en el colegio de curas), así que es probable que la resaca también quede inscrita en la bitácora del viaje y sin duda lo recomendado es que esas cervezas sean Grinbergen, definitivamente las mejores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buena historia, de hecho gracias, nos vamos con mi marido para Bruselas en unas semanas y me voy con tus referencias..gracias.
Eres muy guapa,

Anónimo dijo...

QUIERO ESTAR ALLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA