No soy buena para dar consejos, menos lo soy para consolar penas, pero creo que una historia sensata preservará un poco tus ganas, esas que crees perdidas.
Se acabo tu historia de amor, irremediablemente ya no está tu reflejo en sus ojos ni tu sonrisa pegada a su frente. Ese silencio aterrador, esas ganas de correr descalza y que duelan los pies un poco para que el otro dolor se atenúe, se hace más cotidiano, se convierte en tu estado habitual y sin darte cuenta el dolor en los hombros es parte de tu piel. Sé que lo amas aun, sé que darías tus manos por verlo grande y lleno de orgullo, sé que nunca acabará tu paciencia para regalarle parte de tus alas,,,pero sé también, querida amiga, que ya no se reconocen y frente a ello, el único camino es abrir esa gran puerta que nunca estuvo cerrada totalmente.

Y Ella le dice a él:

“Sospecho tu cansancio, tus alas sin costuras, sospecho tus silencios y gritos, intento darle cuerda a tus razones para que las veas reflejadas en mí y así convertirlas en mis razones también, sospecho tu incertidumbre y tu pánico en plena escena, sospecho tus ganas, tus secretos, tus pecados, tus luces y frenos,,pero no puedo, y me he jugado la vida en ello, no puedo y ni siquiera sospecho el día en que dejaste de amarme,
el día en que dejé de amarte…”.